Pasqual Llongueras
Presidente de Génesis Latam Consulting
El día 3 de febrero de 2020, tuve la oportunidad de reunirme en un desayuno de trabajo con un grupo de empresarios bolivianos. El Hotel Europa acogió este encuentro para tratar sobre la transformación de las organizaciones y de forma premeditada les dije que éste era el enigma del futuro. Recuerdo perfectamente el momento en que inicié la charla, cuando les mostré una mariposa y les hablé de la conexión de los mundos en todos los ámbitos. Y pregunté cuál podía ser el resultado del aleteo de la mariposa digital. Viendo que había ciertas dudas, les puse el ejemplo de la epidemia, entonces era una epidemia, de la Covid-19 en China y su avance hacia Europa.
“Tenemos un océano que nos separa”, opinó uno de los presentes, indicando que cada mundo sigue sus ritmos y que en este caso concreto la epidemia era problema de China y Europa. La mayoría de los presentes parecía estar de acuerdo. De hecho, las estadísticas les daban la razón: no había contagio en América Latina.
El resto de la historia ya se conoce: estamos atrapados en una pandemia cuyo aleteo ya ha dejado más de 1,6 millones de muertos en el mundo, casi diez mil en Bolivia. China lo único que hizo fue poner en evidencia la fragilidad del mundo y la incapacidad de los humanos de organizar nuestras vidas de forma distinta sin tener que vivir efectos devastadores. Preguntémonos porqué.
Aquel lunes 3 de febrero presentaba el ‘modelo génesis’ ideado para la transformación de las organizaciones. Y desde lo que era el enigma del proceso, o dicho en otras palabras, el recelo de muchos empresarios a modificar su ‘modus operandi’, les comunicaba que el proceso transformador digital iba a dejar sin efecto la actividad en muchas industrias, generando millones de desempleos y una inestabilidad social de consecuencias no determinadas. No era un mensaje apocalíptico; me basaba en las cifras que estaban dando los distintos organismos internacionales ante el avance exponencial de la tecnología. Estaba y está claro que los cambios sociales, políticos y empresariales, entre otros, seguían un ritmo que podríamos definir de rutinario. Y sin embargo los avances tecnológicos avanzaban, y avanzan, a un ritmo vertiginoso. Por ello, la transformación de las organizaciones era y es imprescindible si no queremos perder las referencias de lo que se ha llamado ‘nuevo mundo’.
Puse uno otro ejemplo. El 18 de octubre de 2019 estaba en Santiago de Chile y viví la explosión social de un país que era considerado el oasis de América Latina. ¿Casualidad? ¿Mala estrategia en la subida del precio del metro? No. El mundo estaba en proceso de cambio y no nos dábamos cuenta. Luego, vivimos otras exaltaciones y enfrentamientos en Ecuador, Colombia, Argentina, Francia, España o Bolivia. ¿Efecto mariposa? No. En el seno de estas sociedades hay una cámara magmática que ha alcanzado cotas de calentamiento que explosiona como los volcanes. La inestabilidad laboral, millones de empleos perdidos, aumento de la pobreza, destrucción de las clases medias, demostraciones de riqueza y poder, fragilidad de la salud, corrupción en los gobiernos, democracia cercenada o lenta destrucción del entorno medioambiental, tienen efectos devastadores. Esta situación viene empujada por los cambios tecnológicos que desubican a las personas y a los entornos sociales y ambientales creados.
Sin embargo, ha tenido que ser un virus quien demostrara la fragilidad y los puntos de dolor de nuestro mundo. La transformación de nuestras organizaciones, que comentábamos en el desayuno empresarial, ha dejado de ser un enigma para convertirse en una necesidad. Ya no se trata de experimentar las tecnologías, se trata de que nuestras sociedades avancen al ritmo de las investigaciones. Pero hay más, la covid-19 ha puesto en evidencia nuestra desnudez: nadábamos en las aguas de un océano que ya no existe.
Tiempo habrá de entrar en detalles sobre todo lo que expongo.
Cada vez más, menos gente sabe más y más gente sabe menos. Y se hace necesario romper este diabólico algoritmo que tejen el saber, el ser, el tener y el hacer.
Ahora, quiero regresar al Hotel Europa, cuando iba desgranando los caminos a descubrir o a desandar. Hablamos de una nueva cultura organizacional, ecosistemas de innovación, prospectiva estratégica, métodos predictivos, minería de datos, gestión del talento, transformación digital, nuevos modelos de negocio… y a medida que iba avanzando, flotaba en el ambiente una sensación de que esto era otro mundo. Y era cierto, era un mundo nuevo, el mundo que nos toca y tocará vivir. No podemos rehuir responsabilidades, porque sólo alcanzaríamos un resultado funesto: crear un submundo, con miles de millones de personas ausentes o marginadas. Porque, cada vez más, menos gente sabe más y más gente sabe menos. Y se hace necesario romper este diabólico algoritmo que tejen el saber, el ser, el tener y el hacer.
Casi un año después, Génesis ha venido explorando países, gentes, mercados y empresas. Y ha movilizado todos sus activos en un gran proyecto común: transformar a las personas para transformar nuestros mundos. Y para ello nos hemos servido de la expresión final usada en La Paz: “A veces, a la persona que nadie imagina capaz de nada es la persona que hace cosas que nadie imagina”. Esta frase la pronunció Alan Touring, investigador al que muchos consideran el padre de la inteligencia artificial. Fue en 1939. Llevamos demasiados años de retraso.